Rocanrol ’68, la generación de la libertad

A GONZALO BENAVENTE, CINEASTA PERUANO

Una entrevista de Fabrizio Ricalde
Ilustración de Flavia Young 
A propósito del premio ganado en el Festival de Cine de Lima por «Cine peruano en construcción», entregado a las películas que se encuentran en proceso de pos producción, el cineasta Gonzalo Benavente nos cuenta sobre su ópera prima Rocanrol 68, a estrenarse los primeros meses del próximo año, su opinión sobre el cine peruano como público, mercado y materia social. 

Sobre Rocanrol ’68

¿Qué vamos a encontrar en la película?
Es la historia de tres amigos buscando su libertad en los años sesenta: uno sueña con hacer películas alguna vez en su vida; otro es un intransigente melómano; y el último es ‘gilero’, pero no le liga nadie. En esa época los padres determinaban el futuro y esta es la primera generación que se revela a los adultos y comienza a buscar su lugar en el mundo. De pronto, se muda una chica de apariencia hippie al barrio de La Punta —dónde no pasaba nada, estaba alejado del mundo—, y a partir de su influencia se generan un montón de cambios en estos tres muchachos.
¿Cómo te surgió la idea del guión?
Fue traer afuera esos primeros ritos de la adolescencia: la primera chela, la primera chica que no te hizo caso, el primer concierto de rock. Yo había hecho una obra de teatro con música de Los Yorks, famosa banda de ese entonces, y comencé una investigación sobre las primeras escenas del rock en el Perú. Conocí La Punta y me encantó mezclar ese lugar con la música y la adolescencia en el aroma más fiel a la historia: los sesenta. Esa fue la última generación de adolescentes pura en el Perú. Las décadas próximas fue cortado bruscamente: Velasco, el terrorismo y Fujimori.

Esta es la primera generación que se revela contra el orden de los padres.

¿Hace referencia a la política de manera directa?
Tratamos que cada personaje tenga una línea política porque se jugaban muchas cosas importantes esos años en el Perú y el mundo –Mayo del 68, el movimiento hippie–, sin alejarnos de la comedia: dentro del guión hay muchos chistes sobre esto. El personaje de Pablo Saldarriaga dice toda la película que es maoísta, pero es únicamente para impresionar mujeres. Otros personajes se identifican con movimientos feministas. Entonces, hay un montón de política involucrada, pero a mitad de película no van a aparecer los militares a volver todo un caos. De ninguna manera.
¿Ambientarlo en los sesenta respondió más a tu gusto por ese rock?
Se inició así, pero terminó siendo lo más coherente. Lo que sucede con las historias de adolescentes actuales es que son ambientadas cuando el autor fue joven, por cercanía de contexto. Yo fui adolescente en los noventa, pero esta historia no podía contarse ahí. Esa no era la generación que buscaba su lugar en el mundo. De hecho que recoge muchas experiencias mías, pero para que funcione el nivel dramático tienes que inyectarle más cosas fuera de lo cotidiano.

Una de las acciones principales de la película es que ellos quieren escaparse a un concierto de rock a pesar que no los dejan ir.

¿Hay musical en la película?
No en la forma que de pronto alguien se va a poner a cantar como parte de la narración, pero sí hay mucha música involucrada porque es un motivo de unión entre los personajes. Por ejemplo, en esa época en el Perú estaba mal visto ir a conciertos. El rock se llamó “ritmo de la enfermedad” y fue prohibido por el gobierno de Velasco. Una de las acciones principales de la película es que ellos quieren escaparse a un concierto por más que no los dejen.
¿Cuáles han sido tus referencias para hacer esta cinta?
Cuando vi 25 Watts de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella pensé que Rocanrol 68 iba a quedar idéntica, pero en el camino me fui dando cuenta que tenía otros elementos, como Manhattan, de Woody Allen. Además, como para el protagonista todo gira alrededor de hacer películas, fue interesante incluir en cada escena un pedazo del estilo de cada autor, como pequeños homenajes. Hay una escena que es un tributo muy puntual a Bande à part de Jean-Luc Godard. También jugamos a que todos los personajes tengan un look específico a un icono de los sesenta o los planos similares a las tapas de algunos discos de la época. Si el público se da cuenta de estos detalles, enhorabuena.
¿Se hizo el casting pensando en la fama de los actores?
Fue un proceso larguísimo y abierto donde muchas personas postularon para los papeles principales y secundarios. Cuando solo éramos guión, habíamos decidido que Sergio Gjurinovic y Mariananda Schempp sean los roles principales, porque eran perfectos para eso. El siguiente año, después de probar a un montón de actores, dimos con Manuel Gold que acababa de comenzar en Polizontes y lo hizo perfecto, quizás sea el mejor actor de su generación. Seguíamos buscando al último de los tres amigos, y de pronto vimos a Jesús Alzamora también en Polizontes y pensamos que quizás la haría genial. Él lo que tiene es un carisma como ninguno y, a pesar de no poseer la misma experiencia actoral de los demás, se compenetró  perfecto con los demás del grupo. Coincidió que ahora Sergio y Manuel son además las caras protagonistas de Al Fondo hay Sitio (Risas).
¿Se ha trabajado la película con mucha minuciosidad?
En general, hemos sido muy obsesivos, sobretodo en cuestión a las actuaciones, quizás porque yo hace poco en el teatro aprendí mucho a dirigir actores y en la película hemos practicado las escenas una y otra vez, incluso grabándolas, hasta conseguir el producto perfecto.

«No piratear peruanas en Perú»

¿Cómo se vincula Rocanrol 68 con el cine peruano?
Creo que el cine peruano hasta Días de Santiago tenía una línea específica marcada por el tema político. Desde esa película de Josué Mendez empiezan a variar mucho los temas y pasa a ser más un cine con características propias de cada autor. Existe una mayor diversidad, aparecen películas muy minimalistas y brillantes como Las Malas Intenciones y otras más profundas y también geniales como La Teta Asustada.
Si en el cine peruano unas se van a los premios y otras están destinadas al público, ¿dónde está Rocanrol 68?
Ojalá en el punto medio, sin que esto signifique no estar en ninguno (Risas). Es importante hacer una película de mucha calidad y coherente con la técnica, con los elementos cinematográficos y la narración. Pero también es básico acercar la película al gran público, accesible a todos, como las películas de Woody Allen, que tienen mucha calidad y además las puede ver todo el mundo.

Creo que es un deber moral dejar las películas a la piratería para que la gente las conozca y crezca la accesibilidad.

¿Cuál es la manera de hacer cine acá?                           
En el Perú haces tu película si ganas Conacine dependiendo del monto que te den, porque no hay otras formas. De todas maneras eso te abre puertas para otros financiamientos —en este caso, la Universidad de Lima y el Banco Continental nos han apoyado—. Tuvimos la suerte de ganar el concurso nacional y lo paradójico es que parte del jurado era el uruguayo Pablo Stoll. Yo pensé “de todas maneras le va a gustar el guión”, pero cuando lo revisó, él mismo me hizo muchos apuntes y correcciones. ¿Quién mejor para hacer este tipo de películas? Estuve muy nervioso, pero días después me dijeron que habíamos ganados y fue una alegría inmediata. El premio fue de 150 mil dólares, que ha representado al 70% de la producción.
¿Te preocupa la piratería?
Creo que es un deber moral dejar las películas a la piratería para que la gente las conozca y tengan acceso, pero no en tú mismo país porque ese es tú único público, en casos latinoamericanos al menos. Los directores que vienen al festival de cine dejan sus películas y está bien, porque no la limitas a un público muy específicos. Si tienes que tener plata para poder ver películas, es una ‘cagada’. ¿Cómo puede ser que la buena música y las buenas películas que hagamos solo sea para la gente que tiene plata? Si alguien de un asentamiento que le encanta el cine tiene solamente dos soles para ver una película de la Nouvelle Vague francesa, increíble que lo pueda hacer en polvos azules.

Si tienes que tener plata para ver películas, es una ‘cagada’.

Si te ofrecen pirata una de tus películas…
No me parece bien que en tu mismo país pase eso, porque te quita el único mercado, pero si me pasa algo así tendría que tolerarlo. Así es como se maneja el mercado de la cultura en el Perú ahora, porque sino no hay acceso. Ahora se debe pensar la industria de otra manera, con Cuevana y Netflix y todas esas cosas. ¿Quién va a estar comprando películas originales?

De públicos y futuros

¿Piensas en «lo que a la gente le va a gustar»?
Cada uno tiene su ‘rollo’. Al comienzo la gente me recomendaba poner calatas. No había dónde meter y me decía que al menos le coja la teta, pero no se prestaba en la película para ello. Todo el tema sexual vende, jala bastante, pero no estoy a favor de desnudos que no aportan nada significante a la historia. Hay muchas calatas por gusto en el cine peruano e incluso películas donde ya que se pongan ropa de una vez. Además de eso, en el Perú normalmente no tenemos plata para hacer efectos y solemos recurrir a lo más barato: la calata, la mala palabra, el golpe.

Hay muchas calatas por gusto en el cine peruano e incluso películas donde ya que se pongan la ropa de una vez. 

¿Qué expectativas tienes para la recepción del público?
Esperemos que sea muy buena. La película apunta a un público joven, que es el que va mayoritariamente al cine, pero no es cerrada y no es difícil de ver. De hecho también puede jalar interés al público que fue joven en la época que se narra la película. Y por último, coincide que los actores se han vuelto conocidos y eso ayuda.

Hay que batallar contra las películas extranjeras, pero no tenemos plata para grandes publicidades. Redes sociales y el boca a boca es la única forma. 

¿Te pone nervioso la expectativa?
Al contrario, espero que haya más. (Risas) Ojalá esté a la altura de las expectativas, pero me pone contento que de alguna manera se pueda escuchar la película y el tema aunque sea en un círculo pequeño. Cuando salga la película, la gente vaya a las salas por ver un contenido de calidad, que no vayan a verla porque sea peruana únicamente. El estreno está programado para marzo-abril del próximo año y ahora estamos compitiendo en festivales para ver hasta donde podemos llegar. En general las películas peruanas se estrenan entre esos meses porque hay un vacío de películas de Hollywood. Hay que cerrarse con una distribuidora y conseguir las mejores condiciones para las funciones. Aunque la competencia con esas películas extranjeras es muy complicada porque, por ejemplo, una distribuidora para traer Batman tiene que comprar otras películas muy malas que deben pasarse en el país como condición. Hay que pelear esa batalla, pero nosotros no podemos poner anuncios en las calles, la forma es hacerlo por las redes sociales y el boca a boca.
¿Crees que se van a cubrir los gastos de producción con la taquilla?
Sí lo creo porque se ha tomado con mucha cautela el presupuesto, no nos hemos salido de los apoyos que hemos recibido. Yo he puesto todos mis ahorros y espero que regresen algún día. (Risas) No estamos endeudados con el banco a pesar de tener una producción muy buena.
¿Tienes proyectos para el futuro?
El más inmediato es una obra de teatro sobre los comediantes hermanos Marx que va a estrenar en la Católica. Sobre el cine, es importante porque queda en el tiempo y ayuda a construir una memoria de una sociedad, ya sea de temas específicos de un lugar o personales. El mayor de mis temas es el Perú, como el de muchos peruanos, y tengo muchas películas pensadas para el futuro que sean miradas del siglo XX en este país.
Eso es un poco lo que nos ha pasado en Roncarol ’68. Un día antes de iniciar las grabaciones, conversando con el productor y con Sergio, nos dimos cuenta que la película iba por otro lado. Al comienzo, todos creímos que estaba orientado a unos amigos que no hacían nada todo el día la pasaban chévere con la música, pero en realidad hablaba del rompimiento de cadenas y la búsqueda de la libertad en el Perú, en esa generación de adolescentes. Y eso hemos tratado de crear.

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